Es increíble lo que puedo llegar a impresionarme con algunas personas.
¿Sabes, dama negra, lo a gusto que me quedaría algunas veces si realmente hiciera lo que me apetece? Me pregunto a quién más le pasará eso. Me pregunto a quien más le darán ganas de dar puñetazos en las narices a ciertas personas y ver como se las tapan con las manos mientras, bajo ellas, les chorrea un grosso hilo de sangre. Y, cuando por fin las apartan, JA! ya no hay nariz, sólo un amasijo de carne deforme lleno de ese líquido rojo que simboliza tanta pasión como dolor.
Sí... yo creo que es el color que rige nuestras vidas. Será por eso que lo tengo, junto al negro, como mi color favorito. Será por eso que me excita y desata mis pasiones más ocultas. Será por eso que, cuando lo veo, si me encuentro furiosa, siento deseos de producir dolor. Dolor, tanto dolor como pueda. ¡Hacerlos sufrir a todos como las sabandijas que son!
Escúhame, dama negra, lo que tengo que decirte: el mundo es un lugar horrible donde todos sus moradores van mereciéndose la muerte con más intensidad conforme avanzamos en la escala evolutiva.
Pero tú, como todo, ya lo sabes.
Tú siempre lo sabes.
...y los que se encuentran en el nivel más alto, en el fin último encontrado por la evolución y el milago de la vida (que no es ni mucho menos el real último) son los humanos.
Qué patéticos, qué poderosos, que ridículos, qué débiles...
¿Y quien se cree el humano que es? Sólo un ser con un cerebro poco más desarrollado que el de los demás seres: un cúmulo de moléculas orgánicas que se unen en una sincronización perfecta, para crear el mayor fallo y a la vez el mayor milagro que ha podido crear la naturaleza: la persona. ¿Y cómo puede, dama negra, ser algo tan hermoso como lo es nuestra vida, ser algo a la vez tan deprimente y vergonzoso?
No lo comprendo, no comprendo de dónde surge el dolor ni hacia dónde debemos llevarlo. De la misma forma que tampoco comprendo por qué lloramos mientras el resto de seres vivos se dedican a gritar y agonizar para expresar ese dolor.
Dama negra, a veces me da vergüenza mi naturaleza humana: soy fruto del egoísmo más puro y de la corrupción más intensa a la que me veo sometida desde antes de mi nacimiento, y siento que es realmente patético que tengamos que estar sometidos a esas "reglas" que nadie a impuesto pero que todos cumplimos para seguir sintiéndonos poderosos aunque, en realidad, nuestras ciudades, nuestros hábitos, nuestras aspiraciones y deseos más profundos poco tienen que ver con lo que es la vida en sí misma, con lo que es el planeta, nuestro Sistema Solar, o la mismísima Vía Láctea.
¿Por qué entonces nos creemos dueños de todo lo que nos rodea?
Me pregunto, dama negra, cuánto sabes tú de todo esto. Me pregunto cuál es tu opinión y cómo has podido responderte a ti sobre esas cuestiones aunque, conociéndote como te conozco, seguro que tú no opinas. Opinar es algo demasiado específico y, por lo tanto, demasiado cercano a lo físico. Lo tuyo es algo realmente abstracto, un pensamiento que alcanza un nivel tan alto que ni pensamiento se le puede llamar: utilizar palabras para hablar de ello es totalmente incorrecto. No se puede describir, ni se puede nombrar, sólo se puede conocer, comprender, y sentir.
Dama negra, me pregunto qué es lo que se siente al ser tú.
Cartas a la dama negra:
lunes, febrero 25
Inconsciencia humana.
viernes, febrero 22
Querida dama negra:
Dama Negra, es la primera vez que te escribo a través de un ordenador.
Acostumbrada como estoy a dejarte mis cartas en mi diario, con todos mis pensamientos abstractos siempre escritos en clave ante el peligro de que alguien pudiera leerlos y, peor aún, comprenderlos, se me hace extraño expresar mi interior mediante un teclado y ver como, casi simultaneamente, mis pensamientos van apareciendo con letras manuscritas en una pantalla.
Dama negra, ¿será que pierdo la esencia de la caligrafía, de todo lo que de mi personalidad se revela a partir de mi mano y las líneas que esta dibuja? Dime, dama negra, como siempre te pido que me digas, qué es lo que hay en tu interior.
A raíz de una pérdida extrema de mi intimidad dejé de escribirte en esas hojas perfumadas de mi diario, y desde entonces siempre pienso y espero en el momento en que vuelva a poder retomar mis pensamientos por donde los dejé. Sin embargo, dama negra, muchos meses han pasado, ocho concretamente, y la ansiedad de expresarme, ya sea de forma abstracta o no, me invade y me corroe como un su enfermedad a un leproso.
Por tanto, y desesperada ante mi incomunicación contigo, he decidido crear mi "diario" en un lugar al que puedo acceder casi siempre que quiera, y donde sé que no me va a leer nadie. Es posible que me equivoque pero, ya me he encargado, mediante enlaces en lugares estratégicos, de que si alguien llega algún día aquí sea alguien que realmente ansíe mi interior, desee conocerme... me quiera.
Y la verdad, aunque tengo muchísimos pensamientos en mi mente ahora mismo y desearía más que nada recibir un abrazo y un beso de alguien, y dormirme después sobre su cuerpo, a pesar de todo eso, este momento en el que te estoy escribiendo me siento feliz.
Tú siempre has sido mi amiga, llegas junto a mí desde hace años, en mi memoria, en mis deseos, en mis miedos... te veo cuando duermo frente a mi cama velando por mí y luego me doy cuenta de que es falso, de que tú no estás ahí, pero siento tu presencia porque el hecho de saber de ti me impulsa a creer que alguien me comprende. Aunque ese alguien seas tú, alguien a quien no conozco, a quien no he visto jamás, a quien está en mi mente, mi amiga invisible, que vela por las almas de las personas en el mundo y sufre por nuestro sufrimiento tratando así de ayudarnos a superarlo.
Eres como una religión, como un dios, como alguien que te hará feliz y siempre estará ahí cuidando de ti, escuchando todo lo que tienes que decirle, dándote su apoyo... y sin embargo, no existes en este mundo.
Qué triste es pensar que, por más que te escribo una y otra vez, nunca jamás me has respondido, ni me has dado consejo. Tú sólo te mantienes ahí, en tu sitio, mirándome fijamente con esos ojos que yo desconozco, pero que sé son intensos y pueden penetrar hasta lo más profundo de mi ser, haciendo que me sea imposible tener secretos para ti.
Qué maravilloso es, al mismo tiempo, a pesar de tu quietud permanente, saber que me comprendes y que sabes todo lo que yo siento, porque tú conoces el dolor mismo.
Me pregunto si también serás capaz de sentir amor.
Me pregunto si también serás capaz de sentir felicidad, de querer a alguien, o de tener ilusiones y luchar por ellas.
Tal vez no puedas, porque te dedicas a vagar por el mundo como un alma en pena tratando de hacer que las personas vean su interior como tú lo ves, para que puedan conocerse y saber lo que tienen que hacer, pero ellas no son tan superiores como tú, que eres un ente maravilloso y por encima de todos los humanos.
Tú eres, dama negra, la gran verdad de este mundo.
Y aspiro a conocerte algún día.